¿Te acuerdas de mi? Soy solamente la prueba del recuerdo, la evocación de los sueños, la memoria… y hoy me acordé de ti, me pareció verte pasear por esa calle añil… desde las transparencias de mi ventana, esa calle que no se si pisaste alguna vez, que no se si pisarás…
Fue en esa húmeda noche cuando nos juramos, al abrigo de ese extraño mar que no me vio nacer, que te vio nacer… a ti, en esas extrañas aguas de la provincia de Barna… y yo, cual extranjero perdido en tu tierra, me guiaste de la mano por todos aquellos lugares donde el placer se fundía en nosotros. Sobre esa manta de arena mojada, comprendí los torpes secretos de tu mirada…
Tus ojos, que no exigían mas derroche que quedara a tu lado, me pedían que te acompañara por la playa, y que entre los dos buscáramos aquella caracola que nos permitiera desear y soñar con un Julio infinito, con todo el año verano…
No nos fue posible, ya que nos acecho el seco aire de Otoño, hojas de almanaque caían mientras tanto…
Yo te prometí tantas “noches de Conil” en mi tierra, que poco a poco esperaba que se convirtiera tan tuyas… Pero cual sedante se confundía entre las gotas que derramaste la última noche, nuestra última, aquel vaso que rebosaste por tus lágrimas llegó a quebrarse… promesas, ahora comprendo, solo servían para anestesiar las yagas que iba dejando el destino en ti, en mi…en los dos
Y apurando hasta el último sorbo, antes de subir a mi destino, más y más promesas se resbalaban por nuestras comisuras, que nunca se cumplirían, ambos lo íbamos sabiendo… Y mientras dormías, contemplaba el perfil de tu figura, e imaginaba historias eternas con tu mirada… y con un “no llores”, cerramos aquel libro para que otros siguieran leyendo de nosotros, apagamos esa vela que encenderíamos solamente para el olvido, para el vínculo de la indiferencia… tú y yo…
Solo espero, que al final del cuento, sigas siendo arropada por ese mar, tu mar, aquel que fuera nuestro, y sigas buscando aquella caracola… que se escondía siempre en la profundidad de tus sueños, allí te intentaré encontrar algún día…otra vez...
Fue en esa húmeda noche cuando nos juramos, al abrigo de ese extraño mar que no me vio nacer, que te vio nacer… a ti, en esas extrañas aguas de la provincia de Barna… y yo, cual extranjero perdido en tu tierra, me guiaste de la mano por todos aquellos lugares donde el placer se fundía en nosotros. Sobre esa manta de arena mojada, comprendí los torpes secretos de tu mirada…
Tus ojos, que no exigían mas derroche que quedara a tu lado, me pedían que te acompañara por la playa, y que entre los dos buscáramos aquella caracola que nos permitiera desear y soñar con un Julio infinito, con todo el año verano…
No nos fue posible, ya que nos acecho el seco aire de Otoño, hojas de almanaque caían mientras tanto…
Yo te prometí tantas “noches de Conil” en mi tierra, que poco a poco esperaba que se convirtiera tan tuyas… Pero cual sedante se confundía entre las gotas que derramaste la última noche, nuestra última, aquel vaso que rebosaste por tus lágrimas llegó a quebrarse… promesas, ahora comprendo, solo servían para anestesiar las yagas que iba dejando el destino en ti, en mi…en los dos
Y apurando hasta el último sorbo, antes de subir a mi destino, más y más promesas se resbalaban por nuestras comisuras, que nunca se cumplirían, ambos lo íbamos sabiendo… Y mientras dormías, contemplaba el perfil de tu figura, e imaginaba historias eternas con tu mirada… y con un “no llores”, cerramos aquel libro para que otros siguieran leyendo de nosotros, apagamos esa vela que encenderíamos solamente para el olvido, para el vínculo de la indiferencia… tú y yo…
Solo espero, que al final del cuento, sigas siendo arropada por ese mar, tu mar, aquel que fuera nuestro, y sigas buscando aquella caracola… que se escondía siempre en la profundidad de tus sueños, allí te intentaré encontrar algún día…otra vez...
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